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miércoles, 29 de abril de 2009

¿Podemos entrar en deflación?:

La inflación negativa del 0,1% en los meses de marzo y abril (única desde que empezó la serie estadística del IPC en 1961) ha desatado los peores temores sobre una posible entrada en deflación (bajada generalizada del nivel de precios) en España. Si fuera el caso estaríamos ante una de las enfermedades más peligrosas de la economía ya que provoca:


a) Una caída del consumo (1er componente del PIB) por el retraso continuo de las decisiones de compra sobre algunos bienes como casas, automóviles, etc.

b) Una caída de la inversión (2º componente del PIB), pues las empresas no invertirán en aumentar o reponer su capacidad productiva sabiendo que el consumo cae y el precio de los productos y servicios también.

c) Deudas: la inflación en términos monetarios hace que mi deuda vaya perdiendo valor con el paso del tiempo (si debo 100, dentro de un año con una inflación del 3% tendría una deuda de 97) en cambio la deflación haría el efecto contrario (si debo 100 con una deflación del 1% tendría una deuda de 101 y también cae el consumo)


En España una posible deflación nos afectaría mucho más aún :

La primera razón es porque la deflación hace más larga y penosa la absorción de la sobrevaloración de los precios inmobiliarios. A principios de los noventa, por ejemplo, los pisos estaban sobrevalorados alrededor del 20% en España, pero como la inflación de entonces superaba el 5% anual, la sobrevaloración se absorbió en pocos años y después de un par de años de bajadas enseguida volvimos a subirlos otra vez. Ahora, con una inflación cercana al 0% y con una sobrevaloración más elevada, tardaremos más años en absorber dicha sobrevaloración, y más todavía si la inflación fuera negativa.

La segunda razón es que la bajada de precios de la vivienda beneficia a los que quieren acceder a ella, los cuales son bastantes, pero desde luego en España perjudica a los que ya la tienen, que son muchísimos más! Así, los que ya tengan vivienda propia comprobarán que son menos ricos de lo que pensaban, y esto retraerá su consumo a través del mecanismo que conocemos como efecto riqueza o, mejor dicho efecto pobreza.

Pero no nos alarmemos todavía pues de momento la inflación subyacente (aquella inflación que prescinde de las variaciones de los productos más volátiles como las gasolinas, energías en general y alimentos frescos), que recoge el comportamiento más estable de los precios, está lejos de mostrar tasas negativas ya que subió en marzo un 1,3% en tasa interanual.

Para confirmar una deflación este indicador debería bajar durante un período de 6 meses. Además, como ya he explicado en anteriores escritos, la enorme cantidad de liquidez inyectada en el sistema por los bancos centrales, supone un alto riesgo de inflación a dos o tres años vista de modo que no pasará mucho tiempo para que volvamos a temer al fantasma de la inflación.




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